domingo, 28 de febrero de 2010

El Borracho

1

Entre la calurosa noche y la neblina
de un pequeño pueblo portuario,
marcha hediondo y borracho,
un vagabundo de penoso pasar.

Cejas caídas y boca apretada,
el traje insípido y semblante torpe
de un hombre, con cuarenta años,
caminando solo, hacia el puerto.

Una vez allí,
cruzará el muelle
para lanzarse al río
y ahogarse. 

2

Entre calor y vaho 
avanza el ebrio rumiante,
líneas se cruzan en su frente,
mientras prepara decidido,
su poético suicidio.

Creo que nadie entre nosotros,
eligiendo ese final,
desperdiciaría las palabras
de aquella procesión.

Con la decisión consumada,
y el tiempo de vida que se agota,
dirían lo que quisieran las palabras
desatascando lo que callaron.

Dejemos que el borracho hable,
no le queda mucho tiempo,
será lo último que diga,
y todo lo que oigamos de él.
 
3

Agua negra, ¿qué importa si oyen?
Quiero ser frío y sin peso,
ser muerto por la muerte,
y dejarme en ella ¿qué más hay?

Digo la verdad, no tengo razón,
no hablo de cansancio, falta de fe,
de mi historia de vida o mi dolor,
sino del fastidio, que me desenreda.
El tedio de seguir en este reino.

Como estoy deshecho, me deshago,
me desahogo y además, voy camino 
al río para ahogarme.

A hundirme yo, él hundido,
y en el fondo fundirme con lo que soy,
un ahogado, un ya no vivo,
caminando en su procesión.

No hay que lamentarse
por nada, ni por mí 
si soy hombre o ya no, ¿qué mas hay?
Soy aquello del río
que no han podido comprender,
ni podrán.

4

Así marcha el vagabundo 
sin prisa, hasta el muelle caliente
pero una extraña niebla lo envuelve 
lo retiene y lo cuestiona.

¿Irás a morir así?
hombre joven y tan tieso
como un tronco, turbio de alcohol, 
sin nada en los bolsillos,
y vestido como pordiosero?
Como por Dios, ¿así te vas a ir?
Con los pies de polvo, sin obra, ni nombre, ni biografía.
Estás errando, no lo hagas.

Te espera una vida, trabajo,
Familia, alegría.
Un lugar para sentar tu cabeza,segura, entre otras miles. 
La sociedad te solicita, hombre
no reniegues de ser miembro valioso, 
vital y vitalicio, del más hermoso club,
al que pueda pertenecerse, nosotros,
el conjunto de espantapájaros.

Y no hay mucho que dar a cambio,
tu vida, tu tiempo, tu voluntad.
Pero tendrás fines de semana
y comodidad, además
¿Qué existe fuera del club?
Bestias, soledad. 
Y los que vuelven arrepentidos
pidiendo limosna.El camino es el camino,
el que te enseño,no hay otro,
es el único, alegre, hermoso y fresco camino
¿Aún así te vas a ir?

5

El vagabundo respondió.

Cientos de miles de años,
me mantuve oyendo las voces de la niebla.
Corrí la carrera sin llegar,
acumulé y supe ¿qué mas hay?

Hubo quienes me decían
quién era yo y punto por punto, 
como actuar, siguiendo el bello plan.

Pero todavía no podía
quedarme quieto
en mi habitación.
Ni entraba a ella,
repleto de importancia.
Cuando me sentí exhausto,
y quise descansar,
la importancia infló mis ojos, 
y arañó mi espalda, la seguridad.

Siendo minúsculo, frágil e ignorante,
fui inaccesible, olvidé mi respiración
y nunca miré bajo mis pies.

Espejismos de la niebla, 
solo son voces de malos consejos.

6

Entre aquello y esto,
llegó por fin el vagabundo
al muelle del final

Caminó hacia adelante, 
y encontró el río,
¿qué mas hay?
Saltó.

Y ahora sucede lo increíble.

El cuerpo del vagabundo cae
todo está concluyendo,
llega al río y se hunde.

Pero cuando se hunde,
se deshunde,
y comienza a subir.

Vuelve al aire, seco
y cae parado sobre el muelle.

Sin controlar su cuerpo,
el vagabundo embriagado,
comienza a desandar.

Camina hacia atrás y
dice cosas incomprensibles,
habla con la niebla
y retrocede.

Se embriaga y llega al bar,
luego se viste, se despierta,
y luego sueña. Se duerme,
y luego se acuesta
y luego se embriaga.

Se vuelve de este modo un testigo 
de cada momento de su vida 
rebobinándose ante él.

Atrapado tras sus ojos,
es un observador de la historia 
de un hombre, un vagabundo
vagabundamente familiar.

Sin poder para cambiar nada,
ni siquiera morir
solo observar, rendirse,
entregarse ¿qué mas hay?

7

Entre esto y esto mismo,
cuarenta años pasaron hacia atrás,
y el vagabundo completó su historia.
Fue comprendiendo, supo y vio.

Una cosa llevaba a otra,
no había pasado ni futuro
todo había sido siempre él.

Sin nada para perder,
sin poder controlar,
sin lugar al que escaparse
sin distracción ni ruido
comenzó a oír una voz
y supo que no era la niebla.

Esto es un sueño, despierta
es solo un sueño, despierta.

La claridad de la voz
crecía con el tiempo
hasta volverse una fiesta.

Vuelve a mí, despierta.

El vagabundo se hizo un niño
y la voz fue enorme,
y él, un bebé 

Todo es un sueño, regresa a casa,despierta.

Y la voz fue la suya,
la del vagabundo,
que nació, murió
y despertó.

Confianza

¿Por qué te empeñás
en negar lo que sabés?

Mentiroso dulce,
perdoná la pluma que
traza tus líneas
Abrazá el campo abierto 
por fuera de tu senda. 

Descansá esta noche conmigo,
y respirá de mi humo suave.

El tiempo necesario vendrá,
pero ahora te pido que abandones 
tus cuerpos bajos
y absorbas un trago 
de tu propia energía. 

Necio dulce,
sentate un momento a escucharte, 
dejá que descansen
las voces de la conversación,
y que surja tu melodía

Poderosa

renacida de entre las hierbas muertas. 

Sos bello y brillante 
si perseguís la luna, 
¡Tomala! 
Sentila entre tus brazos 
y soplá desde el viento 
para mover las nubes densas. 

Estás ahí, puedo verte, 
seguí el rumbo que conocés. 

Esperá, escuchá, confiá.

Ruido de pisadas

Una hermosa rata recorría la casa de la señora Burguer Burguer
Mientras regaba las flores de su mantel oyó perturbantes pisadas
¿Fueron de quién? ¿Vienen de mí o vienen de rata?
Pisadas, de quién descienden, de quien serán, pisadas, de quién
pisan en el piso, que empiezo a pensar que serán de rata.

Su cerebro errante, truncado por años de mal uso
había dejado un ruido constante, sonante de fondo permanente
tras la cortina de su mente, una voz que la seguía
incoherente e indetenible, que la señora en cuestión
confundía con sí misma, pero era una victima inconsciente,
de su pensamiento desenfrenado.

Tras escuchar el ruido, tomó la escoba y salió a su encuentro.
No estaba segura que buscaba, ni de porqué con la escoba.
Salió a encontrarse una rata, pero finalmente se encontró un rato
tomando aire, y en el bullicio callejero olvidó su propósito, 
y se puso a descansar.

Le vino bien un poco del arocma fresco a eucalicto
que brotaba de unos pinos, y tanto bien le hizo
que una magnífica visión se le apareció.
Tras unos momentos de respiración, pudo ver lo esencial,
lo invisible a los ojos. Se limpiaron las puertas de su percepción,
y ante ella se vio todo tal y como es, infinito.

Pero rápidamente las puertas de su percepción 
se volvieron a ensuciar, y la señora Burguer Burguer 
volvió al conocido mundo con forma y tiempo
así como a su mente parlante,
que hablaba y se contestaba, que hablaba y se contestaba.

La señora Burger Burger decidió irse caminando
por la calle Lavalle Ja hasta llegar a un lavadero. 
Era uno particular, este lavadero, aquí no se lavaba ropa sino dinero.
Ella no tenía billete que lavar, por lo que siguió camino,
cuidadosamente, por la calle Espinosa. 

Llegó a un segundo lavadero que tampoco era de ropa,
sino que, aún más extraño, con aspecto de consultorio 
y una ducha en la puerta, un religioso cartel rezaba
“Lavadero de cerebros”. Ella, intrigada, preguntó al cartel
quien es el que aquí los lava. Y él le respondió
“ha llegado al consultorio del Doctor Pland, Bond Plad, 
hipnotista empírico, empirista principiante en pujante
progreso personal, sin preocuparse que padezcan sus pacientes, 
es un peligro para la medicina, le recomiendo no entrar”. 

Pero una atracción irresistible condujo al dedo de la señora 
Burguer Burguer hacia el timbre. No funcionaba bien
su cerebro, y necesitaba lavarlo, había llegado al lugar correcto. 
Su mente no estaba afinada, y sus capacidades calificaban apenas
de homo sapiens. No era su cerebro del todo brillante, 
pero tampoco era lo que se dice que no era,
lo que su cerebro dice que no es.

¡Que nuez! Pensaba el doctor Pland mientra saboreaba una fruta,
aunque la hallaba un poco seca. Y en ese momento sonó el ring.
(Tong, un viejo amigo japonés. No se por qué me acordé de él.)
En ese momento sonó el ring, como solo puede sonar un timbre,
y Pland bajó como solo pueden bajarse unas escaleras y abrió Laport.

Allí la vio. El viento rugía entre las colinas,
un águila sobrevolaba los campos montañosos,
con el atardecer mezclando la luz del sol y la luna,
en un fantástico collage de belleza cósmica, y entre tanta abrumadora magia  
ante los ojos del doctor, apareció el ... bueno...no muy juvenil rostro de la señora Burger Burger. 

El cartel gritaba “¡No entre!, demente se vuelve 
quien se envuelve de mente. Lavado en seco, 
le hará el doctor, y usted quedará en seco 
con sus honorarios nada honorables”. 

Pero Bond Pland tenía un buen plan, y le dijo a su clienta.
“A usted le haré un descuento, cuénteme un cuento 
y yo se lo descontaré”. 
La señora Burger comenzó a evocar, 
y siguió evocando por horas.

Dieron las diez, y las once, las doce y la una,
y las dos y las tres, y en el psicoconsultorio 
psicológico del psicópata doctor pland, 
finalmente la señora Burger logró evacuar,pero se fue de boca.
Le contó la historia de un fakir que contrajo el tétano,
la historia de un chino que en China contrajo fiebre amarilla,
la historia de un ajo que contrajo peste, y arruinó el pesto, que fue tirado al pasto,
la historia de un contrabajo que se quedó sin trabajo,
y miles de historias como estas, que iban y venían, en boca de la señora Burger.

El doctor se aburría, pero no tenía tanto poder 
como para interrumpir a su paciente. Escuchó y escuchó 
y escuchó tanto durante días, que finalmente
su alma desesperada, abandonó su cuerpo y el doctor Pland así como todos lo conocemos… murió. 

Pero afortunadamente, reencarnó en poco tiempo 
en un alegre italiano llamado Sésamo Sémola,
que vivió una vida larga y plena, dedicado al cultivo de semillas,
y muy lejos de la señora Burger Burger.

Horacio Gomez se llamó la tercera encarnación del doctor Pland, 
y este fue quién finalmente decidió terminar 
con aquello que había comenzado vidas atrás. 
Horacio Gomez era un gordito no tan macanudo, 
que cargado con su escopeta, volvió al viejo consultorio
para arreglar unas pendientes cuentas kármicas.

Y allí estaba, evacuando, la anciana señora Burger.
Le apuntó, saboreando ya su venganza, cuando una pisada lo perturbó
¿Ha sido una rata o he sido yo? ¿Existió el ruido o solo Horacio lo pensó?

Y la astutísima señora Burger Burger, 
aprovechó ese momento de distracción,
y se escondió rápidamente en una hoja, 
en un cuento, 

escrito por alguien, 

hace mucho tiempo,
 
en un país lejano,

creo...

Jardín de Noche

¿Cómo puedo pasar mis días
sin saber lo que es el tiempo?
Tanteando, envuelto de ensueños.

Oyendo el eco de un misterio,
asomándome por la oscuridad
de un jardín y mirándolo con frío.

¿Cuántos sonidos no alcanzo a percibir?
Olores que no registro,
Espejos que no descifro,
Palabras que no comprendo.
Hábitos que no libero,
Pensamientos que no transmuto.

Creo que se equivoca
el que se deja ser pensado.
Y repite y se abandona
sin ver.

Que no hay jueces,
solo personajes de una fiesta de disfraces,
que de tanta costumbre
se olvidan de que fueron invitados
para conocerse.

Y en esa fiesta, ningún disfraz
es injusto,
y cada canción necesita ser bailada.

Para que a medida que transcurra la noche
el calor nos vaya liberando
de lo que nos impide reconocernos en los demás.
Y vaya limpiando la cara de cosméticos.
 
¿Para qué seguir cargando tanto?
No es necesario,
casi nada nos exige el anfitrión.

¿Qué has hecho en fiestas anteriores?
¿Cuál ha sido tu disfraz?
Quizás compartimos alguna canción,
o cruzamos miradas.

¿Me recuerdas?

Dialéctica

Mirémoslo al pequeño, al inocente bebé. “Es igual a su padre” dicen las brujas. Miremos como se babea, como se duerme, como se enchastra. “Tiene tus ojos” repiten esas aves carroñeras que se presentan ante un nuevo nacimiento. Tías y primas salidas de la nada que parecen encontrar en los recién nacidos un chispazo de frescura, algo de vida, que es lo que tanto les falta.

“Se durmió, ¿no es hermoso?” La gente pierde la cabeza frente a los bebés, olvidan aquello que los vuelve personas y los distingue de los cerdos, así disfrutan revolcándose en el barro, comiendo basura o hablándole a un niño con palabras de bobalicón.
No confío en mi hijo. Al principio creí que ser padre podría llegar a gustarme. En fin, era un regalo de la vida para mí, ¿pero quién había pedido ese regalo? La ilusión terminó pronto. 
El día del parto me desperté con un mal presentimiento. Una sensación indefinible me acompañó desde la mañana y en el momento en que él nacía, una luz de alerta se iba encendiendo dentro mío. Vi a la criatura por primera vez y por el modo en que él me miró, tuve la certeza de que sería mi verdugo.

Desde que llegó busco evitar su presencia, pero aunque intente mantenerme alejado, él ha invadido mi casa. Debo tenerlo cerca quiéralo o no, porque fui yo quién lo engendró y ahora es tarde para arrepentirse. Los hijos matan a los padres, él lo sabe. Conoce mi situación, evalúa mi debilidad y me observa agazapado. Espera, simula, sabe. Sabe cual será exactamente el momento para acabarme.
De esto no podría hablar jamás con mi mujer. Desde que apareció esa criatura, está irreconocible. Vive para el bebé. Se abandonó a ella, me abandonó a mí. Cayó en su truco sin resistencia. Él se adueñó de la casa, como un rey, que llega a su palacio e impone sus reglas. Y si a alguien no le gusta, que le corten la cabeza.

En una primera oportunidad le hablé a mi esposa de mi miedo.
- Nora, creo que el niño quiere matarme.
Pero fue inútil. Inútil explicarle esa sangrienta ley básica de la vida. Lo nuevo elimina lo viejo. Esa es su naturaleza, para eso vienen al mundo, para deshacerse de lo podrido, lo que ya no sirve, y buscar su espacio en este ambiente que les da la espalda. Es en esa espalda, donde ellos, con infinita astucia, clavan sus puñaladas mortales.
Nora no lo entiende. No se da cuenta del peligro que durante nueve meses, estuvimos incubando. No ve la amenaza latente, durmiendo todas las noches, astuto, a pasos de nuestra habitación.
No sé cómo lo hará, ni cuándo, pero estoy seguro que esa criatura solo piensa en hacerme desaparecer. Los hijos entierran a los padres. Cada nacimiento es una batalla de voluntades, pero al ver a ese bebé, supe que no habría batalla. Ya había perdido.

Escucho el ruido de su llanto y acostado en la cama, despierto, siento como me roba mi mujer. Ella se levanta y lo atiende. Yo, aprovecho su ausencia, y por tercera noche consecutiva, me visto y me voy.
Al llegar al bar pido lo que sea que puedan darme para que me relaje y se ilumine, por un momento, el tono sombrío de mis pensamientos. Pero la bebida solo hace más claro lo evidente y me sumerge en lo que me obsesiona. Pienso en mi propio padre, muerto cuando yo era un niño y siento una extraña tristeza. Nunca llegué a conocerlo bien ni a quererlo, pero ahora me gustaría que esté conmigo. Para hablarle, para decirle que finalmente lo entiendo, que pasé muchos años enojado con él por haberme abandonado, pero que ahora, la vida me puso en este lugar y lo entiendo. No soy culpable ni víctima en este juego, solo siento unas enormes ganas de llorar y abrazarlo pidiéndole perdón. Perdón padre, por tanta crueldad, perdón por tanta ignorancia.
 
Lleno mi vaso nuevamente.

Oposición, contradicción, negación. Recuerdo mis años de estudiante. Negación de la negación: superación. 
Me ha llevado 20 años comprender la dialéctica. Solo ahora lo sé. Al ver el brillo en los ojos de mi hijo, que son los míos, y escuchar su llanto una y otra vez, recordándome lo que es realmente la dialéctica.

La historia avanza, padre, es inútil resistirse. El mundo seguirá girando con o sin nosotros y de nada sirve aferrarse a esta situación efímera de vida. ¡Salud padre! Por la contradicción, por todos los que hemos sido negados, por los que nos niegan. ¡Salud! Por los que algún día serán negados, por los contrarios, por el motor de la historia. ¡Salud Padre, por la dialéctica!
Y al ver el sol que aparece lentamente, me levanto con dificultad y camino por las calles vacías que conducen a mi casa. Estoy tranquilo, adormecido por el alcohol. Pienso en mi hijo y siento pena por él. No es bueno crecer sin padre, yo lo sé, no se lo deseo a nadie. Pero no me muevo al ver el camión que avanza hacía mi. Y cuando sé que mi final es inevitable, hijo, solo te puedo decir que ahora ganaste. Pero no vas a poder estar tranquilo, nunca, porque la naturaleza es cambio, es evolución. Un día vos vas a ser negado, como me negaste, y ese día, por más duro que sea, vas a entender lo que te estoy diciendo. Tené cuidado hijo mío, la dialéctica no perdona.

El Sonido de la Humanidad

¿Escuchan eso?


Es un crujido que sale de la tierra,
como el zumbido áspero de un motor,
o un canto extraño, ¿lo escuchan?

Es el sonido de la humanidad.

Un sonido anciano, de millones de pasos
funcionando en sincronía,
ejecutando una música llena
de ese misterioso impulso sutil,
que ocupa los espacios vacíos del mundo,
y tiene su propio ritmo.

El olor de la humanidad.

De los monstruos subterráneos en los sueños,
o de la incertidumbre sin formas.
No importa.

La humanidad, se reproduce ciega y rectangular,
pero sus hijos siempre vamos a salirnos,
de su atracción gravitatoria.

¿Escuchan las voces?

¿Son realmente las voces de este mundo?
¿Es la voz de la naturaleza?
¿Son las voces de los muertos, que fueron la humanidad, 
o es la respiración de las piedras?

Muertos, espérenme donde están,
pronto voy a estar bailando con ustedes.

Ahora tengo una extraña sensación de estar sobre un escenario
queriendo decir algo que no se puede decir,
con palabras que no sirven.
Y mirando desde todo el universo, a mi vida,
a algo tan pequeño,
como un rato simplemente,
un momento que no dura lo suficiente 
para que crea en él
ni tiene la fuerza con la que ahora 
escucho las voces de los muertos.

Pero sigo acá,
sintiendo a cada paso, 
el latido de un ejército de dementes
que me acompañan,
en todos los momentos que me rindo
ante su irresistible encanto.

Sin preguntar si vale la pena,

¿Y por qué no?

Quién sabe.

Pensamientos

Yo no escribo lo que escribo. Pero tampoco soy algo distinto de lo que escribe.

Se ve cuando los ojos no juzgan.

El pensamiento está fuera de la cabeza.

Nada es mejor, nada es peor.

Los brasileros ganan los mundiales porque están habituados a festejar. Los argentinos estamos habituados a salir segundos y quejarnos del réferi.

Las piedras descansan, los árboles imaginan, los animales viven y las personas toman conciencia. 

Los cuerpos se abren con el placer.

Todos los elementos que dan seguridad, van en contra de la creatividad.

La naturaleza nos ama, el ser humano se odia a sí mismo.

Los puntos se unen al final de la historia.

No todas las voces que suenan dentro mío, me conocen.

Nuestra verdadera revista se llama El silencio y sus páginas están en blanco. Aquí vemos, lo que escribimos en ella.

Mayor ruido, mayor velocidad, mayor locura.

En el teatro y el cine se muestra la verdadera vida, todo tiene un guión.

En la vida se sigue hasta perder el interés en ella.

La oxigenación acaba con la depresión.

Destruir el planeta no es una gran idea.

El pesimismo es ignorancia.

El tiempo es un tren, cruzando un desierto lleno de rieles.

Solo hay quejas cuando alguien no las escucha.

Nunca se vuelve de la sinceridad.

Soy muy parecido a un mono.

Los buenos padres te enseñan a no querer ser como ellos.

Dentro de mí, una fuente se desagota.

Un artista es un servidor.

Al mundo le vendría bien una ducha.

La lógica, es la mente dándose la mano a si misma.

El universo da constantemente la oportunidad, de dejar de quejarse.

Las respuestas son como las preguntas, pero sin signos de pregunta.

Las preguntas son como las respuestas, pero con signos de pregunta.

Encuentro

No podría decir quien habrá querido, que en uno de los caminos del bosque,

un enano viscoso y encorvado se topara repentinamente con una luminosa presencia.
Una niña con ojos grandes, sentada a los pies de un árbol, jugando con su muñeca blanca.
El enano incómodo e irritado por esa intromisión de olor humano, le habló.
No es este, un lugar para niñas – dijo, y agregó - muchos peligros se esconden en el bosque.
No se crea señor – respondió la niña con tranquilidad – mi madre me dijo todo lo necesario para sobrevivir en el bosque. Evitar el peligro es la primera regla y luego, alimentarse siempre que se presente la ocasión.
Algo en ella llamó la atención del enano. Quizá su voz, su inocencia, su tranquilidad o su dulzura. Una llama lo hizo sudar, recordando la última vez que había tocado carne femenina. Comenzó a acercarse a ella y a desearla.
¿Y a donde se fue tu madre? –le preguntó.
No se, me dijo que volvería en unos días. Que la espere aquí sentada y que no me mueva de aquí. Aquí estoy, sentada, esperando desde hace una semana entera.
El enano se relamía, acercándose a la niña de voz tibia y piel blanca. En un susurro lujurioso, le habló al oído.
Niña, ¿y como hiciste para sobrevivir? ¿De qué te alimentaste sin moverte en una semana?
Es curioso que pregunte señor, respondió ella, debería prestar más atención.
El enano se detuvo un momento, algo estaba faltando. Miró a la niña y vio que uno de sus brazos le había arrancado y ahora se lo estaba comiendo.
Perdió el aire, perdió el equilibrio. Confundido y sin un brazo, alcanzó a huir horrorizado por el bosque.
Mientras masticaba la niña le dijo tranquilamente.

Ande con cuidado señor, muchos peligros se esconden en el bosque.

Reflexiones sobre los cíclopes

Un cíclope es alguien con un ojo.

Un bi-cíclope es alguien con dos cíclopes.

Un bi-bi-ciclétope es alguien con dos bicicletas.

Un tricíclope es alguien con tres cíclopes.

Un bi-ci-bi-cíclope es una criatura mitológica con cuerpo de bicicleta, y sobre ella, dos cíclopes.

Un bi-bi-ci-bi-cíclope es un canal de televisión de Londres en el que trabaja alguien con dos cíclopes.

Un vini-vidi-vinchi-cíclope es un emperador romano montado sobre un cíclope.

Un si-cíclope es alguien que está a favor de los cíclopes.

Un bici-bi-fisco-bi-cirrosi-cíclope es una enorme bicicleta que lleva a dos recaudadores de impuestos que a su vez, poseen cada uno dos cíclopes, con un problema de alcoholismo. 

El Reino de las Bananas

En una lejana muy galaxia, existía un násico que tenía un imperio.

Se llamaba a si mismo emperador de “el Reino de las Bananas”
Por todos lados había bananas y todo estaba hecho con ellas.
(Para los que no saben, un násico es un gorila narigón) 
Ahora estaba este násico un día sentado en su “silla plátano” cuando Nasicón, un násico del pueblo y le dijo “Oye, emperador, estoy harto de comer bananas” y se comió una manzana ante él. El emperador násico se enojo tanto que hizo que lloviera. Y mandó a Nasicón al calabozo. 
“¡Que se destruyan todas las manzanas de “el Reino de las Bananas”!”
Tres años después, llegaron ante el emperador dos násicos que se llamaban Nicruballón y Colosus y dijeron que iban a pelear contra él. Si ganaban serían los emperadores.
Chofotio, que así se llamaba el emperador, aceptó y comenzaron a pelear. La lucha era con espadas que usaban con la nariz.
Luego de algunos minutos, el habilidoso Chofotio estaba por vencer, pero un pedazo de techo se le cayó encima. Así murió Chofotio, y Nicruballón y Colosus qudaron como emperadores.

Tres años después, un násico vino y dijo “estoy harto de comer manzanas” y se comió una naranja…

El capitán del Barco

Mientras limpio la cubierta

De este barco, oigo la risa
Del capitán encerrado.

Se apareció hecho humo
bajo mi puerta y me interrogó.

Esta nave es un enigma,
me pregunto si vamos a volver
¿qué hace aquella gente bailando, capitán?
¿De donde viene la música? ¿Quién soy yo?

El capitán me llamó a su puerta
Y no supe si era un sueño,
y él me dijo si, es un sueño.
Y mientras reía, yo miraba el mar
Pero ahora era un sueño.

Me dijo que limpiara la cubierta
De este barco, muy lentamente, 
como dormido.

Así lo hago capitán,
Pero aún me pregunto si volveremos.
Si todo está tan oscuro,
Dónde están nuestros tesoros
¿Qué fue de la risa?
¿Qué es y qué existe capitán?
¿Cómo puedo despertar?

Mientras el océano dibuja sonidos

Y olas, pregunto.

Triceratops

Había una vez un monstruo, un espejo y un vicepresidente.

El monstruo tenía 3 cabezas, 3 manos, 3 pies y 3 cuerpos.
Se llamaba Triceratops.
El espejo tenía el poder de que si estaba en manos de alguien bueno, volvía bueno al que lo miraba y si estaba en manos de alguien malo, lo hacía desaparecer.
El vicepresidente se llamaba Sofío Escarfío, pero todo el mundo le decía Sofio Escarfio.
Sofío tenía 27 años y era un hombre normal.
Hasta que un día el espejo, que siempre había estado al poder del bien fue robado por, nada más ni nada menos que Triceratops.
La gente corría como loca por la calle.
Sofío salió a ver que pasaba y le preguntó a una señora que pasaba ¿Qué pasa, qué pasa?
El espejo fue robado, dijo la señora justo antes de desaparecer porque Triceratops estaba ahí.
Sofío salió corriendo sin mirar el espejo.
Luego de dos horas de correr llegó a un supermercado donde se compró una espada, un casco y unos anteojos de sol.
Volvió con el monstruo y le dijo “ahora tengo anteojos de sol”
Y miró el espejo y no le pasó nada.
Sofío agarró la espada con fuerza y se la regaló a Triceratops, a cambio del espejo.
Él monstruo dijo que si y le dio el espejo.
Sofío lo usó para volver bueno al monstruo y usó luego el casco para romper el espejo.
Así todos volvieron a aparecer y Sofío Escarfío lo ascendieron a presidente.

Fin, C.T.A. (Cuento Tradicional Argentino)

El Niño Herido

Que nube de abejas

se ha vuelto la sangre.

Unos cuervos sobrevuelan la ciudad
y toman la tristeza entre sus garras.
Vuelven al nido, a depositar una montaña
al nido vuelven, atraídos como un eco.

Allí espera la mujer, agazapada
mientras baja el hombre las persianas,
¿Pero quién mueve los hilos detrás?
¿Quién tiñe de miedo las hojas del cuaderno?

Empantanado en el rencor,
late el llanto silencioso
del niño herido.

Cinceles, sogas y guantes,
salgan con el amanecer y tómenlo todo.
Llénense las valijas, absórbanlo para mí,
envuélvanse de sombras y acumulen polvo,

Que sobra humo en este pantano
y razones que me atan a él.

Dejen que los cuervos retumben.
y si llegaran al infinito, 
si se cruzaran con Él
cierren los ojos, póngale un nombre.

Pero vuelvan, por favor,
Que aquí los espero con la puerta cerrada,
dentro de sus estómagos, en ebullición.
Allí, latiendo, temblando, 

Allí estoy yo.

Pecas

Había una vez un señor pecoso.

Tenía tantas pecas que todas las noches las contaba para dormirse, y por eso no era feliz. Hasta que conoció a Viviana que era una pariente lejana de Pablo Mármol.
A diferencia de las otras leyendas no se enamoraron, se pelearon.
Viviana conocía a una bruja y la contrató para convertir a Emilio (así se llamaba el señor pecoso) en un inofensivo león sin melena.
A cambio, Viviana le tenía que dar seis cabezas de mono a la bruja, pero como solo tenía cinco la convirtió a ella también, y las pecas se volvieron manchas y así nació la raza de los leprosos.
Enojados, Viviana y Emilio mordieron a la bruja. 

Y se volvieron dálmatas.

Violencia pura

 

Entre los huesos,
estancada y encendida.

Pisa los timbres,
despierta.
Y bajo su luz violeta

Yo soy esto que se vacía.

Densidad e impaciencia
en las rodillas.
La peste está allí,
rentada.

Fuma y da su diagnóstico.

Es una finísima capa de magma
bajo la piel.

Y yo soy esto que acá,
empaqueta polvo y lo traga
con los ojos cerrados,
para sentir en gárgaras la explosión.

La verdad es dejar que todo hable.

Abrir puertas,
ventilar a los enanos miserables 
del establo,
quienes se la pasan rastrillando.

Observar lo denso,
una violencia tan pura
que no puede pertenecer a mis huesos.

Ni ser abandonada allí.

Canela

Todo se incendia

Todo es alucinación
Todo está cerca de ser, sin nada.
se cae, todo,
y de prisa, como un volcán,
en el que todo se hunde, 
se comprime, se vence, 
y se va de control.

Lo estático se mueve,
y su velocidad aumenta.
comienza a girar, se agita,
sufre y quema.

Pero las ruedas no saben
mas que seguir girando.

El movimiento es calor,
los focos se funden.
Nada estuvo nunca bajo control.
Fue un sueño.
¡Y ahora quién se saca los vidrios
de la mandíbula!

La luz del Sol grita
y todo se ronca,
todo se paga y sigue.
Todo retumba.
Las ruedas de prisma,
suben en espiral,
vibran en sinfonía,
y ya no se detienen.
Entonces se dejan, y se rinden

Entonces se cansan,
entonces se van.

Todo es mandala.

Gula

Abandonado, sumergido,

desbordado, insaciable.

Devorador, monstruo, 
amenaza, horror.

Bola, baba, océano,
Big Bang.

¿Por qué atraigo la maldad?
Si soy despertado por avispas punzantes,
y las flores organizan fugas de mi jardín.
Oscuridad de nubes entran por los zócalos
y, ay de mí frente a los espejos.

Abuelas y madres rezan salmos
bajo la sombra de mi silueta.
Me señalan y comienzan,
deforme, inmundo, grasoso,
¡Ya hasta deseo que me digan gordo!

¿Cómo, como?

Yo, me pierdo en la suavidad
del chocolate y la menta.
Lo devoro en un instante, ¡Gloria!
¿Qué universo existe fuera de tu sensación?

Nunca me han abrazado,
como ellos por mi boca,
hasta dejarme ir.

Sé que comiendo he de llegar al cielo,
como un acto de amor,
como mi retribución al alimento,
que nunca juzga,
a la naturaleza,
que me acompaña, 
conoce mi hambre,
me comprende y me brinda generosa,
sus regalos para mi nutrición.

¡Hermosos manjares!
Ya me siento uno de ustedes.
Acérquense y sáquenme a bailar,
a mí, a este gordo,
de andar reposado y mirada ansiosa.
A la masa, panza, baba, bola
¿Quién bailará esta noche con el Big Bang?

Y cuando vengas, te introduciré en mi plato 
para brindarte ternura como amante,
comprender tu textura, valorar tu sabor
y sentir el encanto de tu presencia.

¡Y que los otros pasen hambre!
¿Por qué preocuparse de quien amarra
sus sentidos, regando la planta del temor?
Usen su boca, adelante,
consúmanse con sus maldiciones
a este devorador oceánico.
Un hombre al que le gusta la comida.

Griten, escupan y ayunen.
Porque todo el sistema falló,
como una ecuación sin sentido,
Porque estoy acá y estoy comiendo.
Mi cuerpo es el reflejo de su fracaso.
Enciérrenme, castíguenme, mátenme, 
pero no podrán atragantar mi hambre,
ya nunca va a saciarse este monstruo,

Deforme, Inmundo, Grasoso…

Deforme, Inmundo, Grasoso…

Paréntesis

Recorre tu paréntesis

de crema con savia
(un carbón temblando)

Muerde las uvas
jugosas 
como ojos entrecerrados.

Finísimos, dátiles.

Y nieva
(aunque no sepa por qué)

Este cuaderno me arde
Yo lo embisto
y lo perforo.
(¿Pero qué nubes,
qué cristal, o qué lápida
puede plantarse
en este humo vacío?)

Escalofriando
Dubitando
Recogiéndome

Me alejo de un horror
con cara de gota de lluvia
para suspenderme
(entre paréntesis)

Mejor, y más, mejor.
Y más.
La electricidad de tus yemas
y la hipnosis me descansa
como un proceso

(de quedarme dormido por tu voz)

Más

Me persiguen rejillas

de espacio vacío.

El silencio entre letras
la pausa luego de la exhalación.

Lo permanente me reclama
dejar de reaccionar
y quedarse quieto. 

Para descubrir al enano encorvado
que se asfixia en una sala de cómputos,
sofocado y quebradizo él
bajo órdenes directas del vacío,

Mi vida entera
depende de
sus dedos.

Sabe el orden de los días
y da forma,
escribiendo mi guión

Me manda ser
poeta, arbusto, princesa, 
ballena o deshollinador

Una anciana sorda tejiendo en su hamaca
o la estatua desnuda de un griego.

Pero

¿Qué revelan de mí estas formas?

En un instante mis párpados caen al suelo,
las orejas explotan,
del pelo solo queda ceniza
y órganos invisibles.
Mi personalidad se desintegra.

No hay espacio de tanto silencio
y nada se necesita mover.

Allí me veo,
soy una vieja canción

Imborrable.